Desde tiempos inmemoriales el hombre siempre ha intentado encontrar la piedra filosofal, esa sustancia alquímica que además de convertir los metales en oro, evita el envejecimiento y hasta logra la inmortalidad. Ya no buscamos una piedra, pero de alguna forma seguimos creyendo en el elixir de la vida, en la forma de conservarnos jóvenes y sanos el mayor tiempo posible. Sabemos de la importancia de la genética, la alimentación y la actividad física. Científicos y laboratorios no paran de investigar para encontrar qué es lo que provoca el envejecimiento y cuáles son las mejores formas de evitarlo.
El Estudio Longitudinal del Envejecimiento de Baltimore (BLSA) es uno de los estudios sobre el envejecimiento más antiguos del mundo. Comenzó en 1958 y continúa hoy en día. Su objetivo es realizar el seguimiento de personas activas y con buena salud e intentar definir en qué consiste el envejecimiento normal, sin tener en cuenta la morbilidad o las enfermedades. Fue muy innovador porque en lugar de comparar a gente joven con gente mayor, comparan a la misma persona a diferente edad, ya que el Dr. Nathan Shock, que fue el que empezó la investigación, se dio cuenta de que la única forma de estudiar el envejecimiento era tomando a un individuo y estudiándolo a lo largo del tiempo. Shock se basó en dos conceptos: que el envejecimiento cronológico no corresponde necesariamente al biológico y que la edad no conlleva obligatoriamente a enfermedades y a discapacidad.
Conclusiones
No existe un calendario cronológico único del envejecimiento humano
El estudio fue creado para descubrir los marcadores de envejecimiento, pero se encontró que no hay ninguno, que el envejecimiento varía mucho de una persona a otra. Todos envejecemos de forma diferente. Hay una enorme variedad de nivel de salud entre las personas mayores, diferencias que son mucho más acusadas que entre los jóvenes. La genética, pero también el estilo de vida y la actitud general afectan a la tasa de envejecimiento. La genética nos condiciona, pero nuestro comportamiento y nuestro estilo de vida puede acelerar o retrasar el curso de la vejez.
El envejecimiento no es una enfermedad
Los cambios que ocurren con el envejecimiento no conducen inevitablemente a enfermedades como la diabetes, la hipertensión o la demencia. Muchos de los trastornos que se dan en la vejez son el resultado de la enfermedad, no del envejecimiento normal.
Dos indicadores: actitud y ejercicio
Puede que no haya un único marcador de envejecimiento, pero hay varios indicadores importantes de cómo envejecen los individuos. Uno es la actitud hacia el envejecimiento y el otro la movilidad durante entre los 40 y 50 años. Eso tiene que ver mucho con la aceptación de uno mismo, algo que se logra más fácilmente cuando estamos en forma. El otro gran indicador tiene que ver con eso, con la forma física. Se ha demostrado en el estudio que cuanto mejor sea la movilidad de una persona –la velocidad y el equilibrio al caminar a los 40 y 50 años– mejor se sentirá en la edad anciana.
La evolución de la marcha es uno de los indicadores más fiables que se conocen, tanto para ancianos como para adultos aparentemente sanos. El estudio de Baltimore subraya la importancia de contar con una reserva de fuerza muscular. Para eso hay que mantenerse activo, sobre todo a partir de los cincuenta años, que es cuando la masa muscular disminuye y se precisa un ejercicio físico constante para conservarla. Es decir, la independencia y autonomía en la vejez dependen en gran medida de que se preserven unas óptimas condiciones físicas.
El estudio ha servido como base para un buen número de investigaciones científicas sobre envejecimiento y salud cardiovascular, metabolismo, psicología y cognición y para saber más de enfermedades como el Alzhéimer. Para ello utilizan los escáneres y tomografías por emisión de positrones del cerebro de los afectados para identificar los biomarcadores de la enfermedad en sus primeros estados, cuando el tratamiento es más eficaz. Con una sociedad que envejece a ojos vistas, es importante saber qué se puede hacer para mantenerse sano y libre de enfermedades. De hecho, el estudio ahora mismo lleva a cabo otra investigación, el IDEAL (de las siglas en inglés, Insights into the Determinants of Exceptional Aging and Longevity algo así como «Estudio de los determinantes de la longevidad y vejez excepcional»). Se monitoriza regularmente a lo que ellos llaman un grupo de «Superagers» (supermayores), gente de más de 80 años que están sanos, con gran fuerza vital y que no sufren enfermedad alguna. Todo apunta a que, para llegar a ser superabuelo, no hace falta gastarse ni un euro: es cuestión de tener una actitud positiva hacia el futuro y llevar una vida físicamente activa. Así que ya sabes. A sonreír y a correr.
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